“Las mujeres son peores compañeras entre ellas que los hombres”, “las mujeres pueden ser muy crueles con otras mujeres”, “las mujeres se critican mucho las unas a las otras”… Mil veces hemos escuchado este tipo de frases. Hemos afianzado la idea de que las mujeres son rivales por naturaleza a diferencia de los hombres. Sin embargo, hemos descubierto, que la literatura científica no parece estar muy de acuerdo con esta idea.
¿Qué hay de mito y de realidad respecto a la rivalidad entre mujeres? ¿Qué es la sororidad y cómo puede beneficiar al papel de las mujeres en las empresas?
Descubre aquí las claves que hay detrás de estas preguntas.
La palabra sororidad proviene del término inglés sisterhood, el cual utilizó en un sentido feminista en los años setenta la escritora y activista Kate Millet en su libro “Política sexual”.
En lengua española, años más tarde, la primera en utilizarlo con esa connotación fue la académica mexicana Marcela Lagarde al verlo en su versión francesa (“sororité”).
Mucho antes de eso, la palabra fue usada por el escritor español Miguel de Unamuno en su novela de los años veinte “La Tía Tula”. 50 años antes de que se le diera un significado feminista, el también filósofo se extrañó de que existieran palabras como “fraternal” o “fraternidad” y no términos como “sororal” o “sororidad”. De esta manera, fue él la primera persona en España en defender esta palabra con el fin de cubrir una carencia idiomática.
No obstante, no fue hasta el año 2018 (97 años después) cuando la RAE incorporó el término sororidad al diccionario español como la “agrupación que se forma por la amistad y reciprocidad entre mujeres que comparten el mismo ideal y trabajan por alcanzar un mismo objetivo”.
En la actualidad se pueden encontrar numerosos ejemplos de sororidad en las manifestaciones del Día de la Mujer y en defensa de los derechos de las mujeres, que tienen lugar en diferentes países alrededor del mundo, o en movimientos como el “Me Too”, que surgió en 2017 a raíz de las acusaciones que hubo contra el ejecutivo y productor de cine de Estados Unidos Harvey Weinstein, con el objetivo de denunciar el acoso y la agresión sexual que sufren las mujeres.
En el pasado, concretamente a principios del siglo XX, las sufragistas de Reino Unido también fueron un gran ejemplo de sororidad al constituir un movimiento pacífico que reclamaba el derecho al voto femenino.
Según las investigaciones más recientes, no existen prácticamente diferencias entre hombres y mujeres cuando se habla de capacidad de liderazgo, cognitiva o de personalidad. En otras palabras, la biología no es determinante.
Según el abogado especialista en género, Alton B. Harris, normalmente las personas se sienten más cómodas cuando trabajan con otras parecidas a ellas en cuanto a gustos, aficiones y, por supuesto, también en cuanto a género. Esto es lo que se conoce en psicología como “sesgo de afinidad”: la tendencia natural que tienen las personas a apoyarse en otras con las que se sienten identificadas.
En el caso de las empresas, según Harris, “como la mayoría de directivos son hombres, estos tienden de manera instintiva a escoger a otros hombres antes que a las mujeres para los puestos de responsabilidad o para liderar proyectos. Como consecuencia, las mujeres tienen un número de oportunidades más limitado para acceder a puestos de liderazgo. Eso las empuja a competir entre ellas con una tensión mayor que la que se da entre los hombres, que cuentan con un margen de acceso más amplio a los cargos de toma de decisiones”.
Andrea S. Kramer, también abogada, indica que, esta situación de minoría (y no su personalidad) podría favorecer la tensión entre mujeres más que en hombres. De hecho, solo el 31% de los puestos directivos del mundo lo ocupan mujeres y, en España, esta cifra alcanza el 34%.
En la misma línea, las mujeres que tienen un amplio círculo profesional también de mujeres tienen más posibilidades de alcanzar cargos ejecutivos más altos y un mayor salario.
Fomentar la sororidad entre mujeres es algo que las empresas también pueden promover de forma interna con el fin de que sus trabajadoras se sientan más cómodas en su lugar de trabajo y puedan prosperar. Estas son algunas formas de implementarla:
En un contexto en el que los puestos de mayor rango son ocupados por hombres, crear entornos más sororos en las empresas puede favorecer el progreso de las mujeres en la compañía, entre muchos otros beneficios como: aumento de la productividad al crear entornos más agradables, mejora del compañerismo o una mayor atracción de talento al crear entornos seguros y sanos.
A pesar de que la historia juegue en contra de la creación de estos entornos. Ya son muchas las compañías que están cambiando las reglas del juego. Las empresas son muchas veces reflejo de la sociedad y los movimientos feministas vividos en los últimos años comienzan a crear una concienciación que debemos seguir apoyando.
Aún queda mucho por hacer, pero estas historias nos inspiran en Alan y esperamos que puedan inspirarte a ti también:
Pese a la rivalidad que pueda existir entre personas, ha quedado demostrado que las mujeres no son peores compañeras entre ellas por el mero hecho de ser mujeres. Un entorno laboral sororo es una gran herramienta para compensar años de desigualdad y ofrecer grandes oportunidades a las mujeres. 💜